Desde lejos se oyen los gritos agudos. Son típicos de lechoncitos. Suenan tan lastimosos que algo se le desarma a uno en el pecho. Y ahí están, amontonados en tres tolditos a cielo abierto sobre la avenida Mitre de Simoca, junto a las vías del tren. La gente pasa, mira, compra. Los automovilistas paran sus vehículos y ven la oferta. Hay tres grupos de 15 chanchitos atados revolcándose sin fuerzas en el piso. Hay dos o tres carneados y pelados, colgando de ganchos.
Los puesteros son familiares entre sí y conversan mientras esperan a los clientes. Unos están sentados.Otros se mueven llevando animalitos hasta las camionetas estacionadas. Además de chanchitos tienen pavos, gallinas y ovejas. Pero sólo los cerditos lloran todo el tiempo. Desde las 8 hasta las 17 del sábado.
-¿Se vende mucho?
- Y, unos 30 por sábado.
- ¿No les dan pena los gritos de los animales?
- No. Uno está acostumbrado.
Cada toldito tiene su matarife, un personaje discreto que mete al animal en una bolsa de arpillera y se va a un lugarcito aparte, junto a la camioneta, para la ejecución. El animal empieza a llorar de miedo y todos se asustan. Las víctimas y los curiosos.
- Si te impresiona, mejor no mirés y andate más lejos. Si no, el animal sufre más.
Ahí uno se enfrenta a la bestialidad del hombre que mata para comer. Y se enfrenta a sus propias contradicciones, porque más allá del breve latir doloroso de la conciencia, pocos se vuelven vegetarianos por convicción solidaria con el mundo animal.
-¿Cuánto cuesta cada chanchito?
- Y, depende del peso. Sale 15 pesos el kilo de lechón vivo y 20 pesos carneado.
Cuesta más muerto que vivo.